Entrevista a Pablo España por el periòdico diagonal
¿Cuáles son los objetivos y estrategias de Democracia? El arte es un espacio donde gente como nosotros puede tener una audiencia, puede encontrar un interlocutor, en otros espacios es realmente mucho más complicado. Cuando comienza el proyecto y escogemos Democracia como nombre, estamos marcando una línea de actuación.
Todos nuestros trabajos van a ser reflexiones en torno a temas del poder y a la propia organización social en la que nos desenvolvemos. Un aspecto fundamental de Democracia es el trabajo colectivo, que se piensa asimismo como elección política a la hora de plantear nuestro papel como productores artísticos. Nos interesa esa forma de trabajo, ya que se basa en la discusión, en el enfrentamiento de ideas y en el diálogo continuo.
¿Buscáis generar espacios de fricción y diálogos entre espectador y artista? Entendemos que toda obra de arte es siempre colectiva, aunque sea producida por un solo individuo. Es decir, para que una obra posea cierta relevancia social ha de existir una comunidad que la acoja y la haga importante. Todas nuestras piezas se cierran en torno a ese factor, es decir, reflexionan sobre cómo serán recibidas y qué espacios de pensamiento o de interrogación pueden abrir. No debemos confundir esta postura con el arte participativo o con el arte relacional. Esa idea que plantea el arte como un lugar de encuentro, para nosotros en muchas ocasiones es más un punto de refracción, un lugar del que huir. Por otro lado, Democracia intenta rebasar la propia esfera de lo artístico. Aunque trabajamos desde la estética, si el arte tiene algún aspecto interesante aún es el espacio de indeterminación tan grande que genera. En ese sentido nos interesa que nuestros proyectos circulen sin la etiqueta “arte”, así, mientras una audiencia contempla un objeto artístico, otro tipo de público no lo reconoce como tal.
En 2007 presentasteis el Memorial al terrorista suicida: una escultura de 3,30 metros sobre un pedestal que reza “Todos sois culpables salvo yo” ¿Es el terrorista suicida el último héroe romántico?
Yo no sé si es el último héroe romántico, lo que no me gusta pensar es que un terrorista pueda ser un héroe. Desde luego sí responde a una figura romántica: alguien capaz de prepararse para hacer algo, llevarlo hasta sus últimas consecuencias y dar su vida en el intento… Ése es el paradigma del héroe y también del artista romántico. Nosotros estamos en contra de ese tipo de clichés, aunque por otra parte, como afirma Paul Virilio, el terrorista y el artista comparten cosas, al querer hacer ese gran acto que cause una conmoción y un impacto que le haga ser reconocido. En toda la postura de las vanguardias de oposición al sistema burgués había mucho de terrorismo, un terrorismo no efectivo, sino simbólico.
Esa pieza os trae un encargo del Parlamento vasco para el monumento a las víctimas del terrorismo. En esta ocasión planteáis una escultura que representa a un muerto bajo una manta térmica. ¿Quién descansa bajo la manta? Bueno… debajo de la manta no hay nada, está hueco. Este vacío a lo que alude es a la imposibilidad de representar a una víctima. Aceptamos el encargo porque creíamos que, si estamos trabajando en un ámbito de lo social y lo político, no podíamos sustraernos. Éramos conscientes de todas las sensibilidades que había en juego, nuestra respuesta ante eso fue acudir a la literalidad más absoluta y en esa literalidad de la imagen mediática, del muerto cubierto por la manta térmica, se representa la imposibilidad de restitución simbólica desde el arte hacia la víctima. Creemos que esta escultura habla del fracaso, de no poder representar a la víctima.
¿Que proyectos estáis desarrollando en este momento? Nuestro último trabajo se presenta bajo el título Subtextos. Dirigido a la comunidad marroquí de Cartagena, consistía en la intervención de vallas publicitarias con mensajes políticos escritos en árabe. Eslóganes de tradición occidental, muy gastados para nosotros, como “todo el poder para el pueblo”, resultan para ellos realmente impactantes. También nos interesaba generar la paranoia social. Para el español la reacción fue decir “¿qué pone ahí?”, una reacción casi de amenaza. Cuando lo único que tenían que hacer era preguntar a sus vecinos qué era lo que ponía. Actualmente estamos trabajando con los ultras del Girondins de Burdeos, los Ultramarines. Nos interesa esa colaboración porque vemos que son organizaciones de carácter popular autogestionadas. Los Ultramarines son en la ciudad el único grupo organizado que se identifica con una postura política que no tiene cabida en el marco oficial. Hay que decir que la imagen que existe en España de los ultras futbolísticos es la de hordas fascistas. Pero también hay otro tipo de grupos: anarquistas, antisistema, etc. Justamente nuestro trabajo con los Ultramarines fue buscar un lenguaje común con el que representar una ideología compartida. Vamos a colaborar con ellos y durante un partido de fútbol sacarán pancartas con frases de contenido político que les hemos proporcionado tras consensuarlas con ellos. //
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