Lo primero que hace cualquiera cuando mencionas tu incursión en la sociedad japonesa, es una sonrisa inmediata, se manifiesta una euforia desmedida, es como si todos depositaran en la cultura japonesa una esperanza de una sociedad casi perfecta. Las preguntas y comentarios casi siempre son los mismos: ¿son educados?, su dieta y su comida me parecen maravillosas, el manga me encanta, crean tecnología punta. Te asaltan sistemáticamente con las mismas cuestiones. Es como si se hubieran creado un parque temático donde el dolor y la tristeza no existieran, es unánime, todo el mundo quiere hacer un viaje iniciático al país del sol naciente. Un desconocimiento absoluto inclusive en personas que constantemente leen información sobre una sociedad industrializada como es Japón.
Una de las pocas imágenes que se quedan en el colectivo, es un fotograma de la película protagonizada por Bill Murray “Lost In Tralastion”, donde se encuentra sentado en la cama de un hotel en la ciudad de Tokio y en hora punta se pueden concentrar 36 millones de personas, este es el punto donde quiero remarcar la dualidad de esta performance sobre los Host, la soledad y nada más que la mas terrible soledad, aquí no esta buscada, no hay carga poética en el individuo, aquí te ves arrastrado al mayor de los infiernos por la imposición de una vida tecnificada, se compran las amistades, el amor, la compañía, incluso hay servicios donde a actores se les contratan para que vayan a un funeral por estética social, es tan desolador que a las estadísticas me remito, uno de los diez países con mas suicidios del mundo, con enfermedades psiquiátricas endógenas no localizadas en ningún rincón del planeta, y donde los jóvenes se revelan a las tradiciones impuestas por su mayores, reivindicando un estilo nihilista sin construcción pedagógica.
Un cinco veces nominado al premio Nobel TIZIANO TERZANI en su vida como corresponsal de guerra, vio in situ muertes, violaciones, torturas, fusilamientos, lo mas terrible de la condición humana y sin embargo se mostró con un equilibrio fuera de lo común, pero cuando lo trasladaron a Japón, donde era la sociedad del bienestar y en su momento el país que más boom económico mundial tuvo, llegando a superar en los años 80 a Estados Unidos, entró en una profundísima depresión de la que estuvo a punto de no escapar. A esto es a lo que me refiero, Ehrior y Yo lo hemos hablado más de una vez; encontrarnos en Osaka, Tokio o Kioto y tener que re situarte porque estás como en una especie de videojuego tridimensional donde impera la irrealidad, no existe amor, estás como en una de esas películas de realidades virtuales computerizadas en las que nadie es un individuo, se es autómata alienado como podría ser en cualquier pasaje literario de “Un mundo Feliz” de Aldous Huxley.
Los romanos compraban esclavos y vendían libertad a su antojo, aquí llegamos a otra cuestión, no se trata de intercambio de bienes, si no de priorizar en lo mas hondo de un individuo donde resucitar a una catarsis espiritual ya no depende de uno mismo, sino que está sometido sí o sí a unas estratosferas colectivas donde sólo se puede elegir: o me vendo o me suicido en vida.
Omar Jerez.”
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