Mi anorexia fragmentada
Cualquier trastorno psicológico que se precie no esta exento de múltiples causas; el origen no suele localizarse en un sólo hecho aislado sino que discurre por varios tramos hasta convertirse en patología y se transforma en muchos casos en una situación crónica.
Hasta llegar a esta fase de la de la enfermedad transcurrieron una serie de episodios que preceden a lo que me sucedió en el 2006.
A principios del año 2006 acaecieron en mi vida tres acontecimientos que desencadenaron mi configuración mental, mí sentido de interpretar el entorno y mis perspectivas a la hora de escoger y tomar decisiones.
La primera fue una ruptura sentimental, que rompió mi esquema supuestamente ideal, de una existencia alienada, acomodado en la sociedad del confort que me aseguraba pocos sobresaltos.
El hombre moderno busca ansiosamente seguridad y acumulación de bienes para no moverse en falsos futuros ilusorios.
Aquí se produjo el primer incidente con la comida, la tristeza, el desasosiego, la falta de proyección ante la perdida me cerró el apetito a bocajarro.
En principio este suceso entra dentro de la normalidad, solo es cuestión de tiempo que vuelvas al estado anterior.
El subconsciente busca mecanismos de defensa para afrontar el dolor y busca estímulos exteriores como respuesta a suavizar los tormentas emocionales y estar entretenido regularizando tu vida dentro de lo que cualquier sujeto pueda soportar.
El nuevo juguete que hallé fue experimentar conceptos nuevos ajenos de lo que era habitual hasta entonces en mi rutina.
Me hice vegetariano vegano, es decir, me abstenía de comer todo alimento de origen animal.
Esto conllevó a la lectura compulsiva, investigación, navegar por Internet, preguntar en farmacias, herbolarios, asociaciones animalistas, deportistas expertos en nutrición, y así una cadena sucesiva de horas interminables, absorbiendo todo mi tiempo en conocer cada detalle de esta restrictiva conducta alimentaria.
Cuantos más conocimientos asimilaba, mas preocupaciones se acumulaban en mí, miraba si contenía pesticidas, herbicidas, aditivos químicos, hasta llegar al segundo hecho señalable de ese año, en el cual padecí ortorexia, que es la obsesión por los alimentos sanos.
Ésta etapa me condujo por otros derroteros y estuve consumiendo durante 6 meses, alimentación de origen ecológico, productos dietéticos comprados en herbolarios y comercios especializados.
Llegué a situaciones que jamás hubiera concebido en otro momento de mi vida, como por ejemplo, huir de determinados grupos según lo que comieran, acumular prejuicios y una ira inusitada e inmerecida con personas que no me habían juzgado nunca.
Mí entorno tuvo una paciencia conmigo estoica y sin limites.
Cada vez ingería menor cantidad de alimentos, los analizaba hasta la saciedad, hasta llegar a tomar en muchas ocasiones tan sólo un par de piezas de fruta al día.
Aquí comencé a hacer mis primeras dietas para perder peso, ayunos prolongados, limpieza de toxinas, depuración de colon y todo lo que el mercado podía ofrecerme. Prácticamente no se me escapaba nada de mi supuesto control, podían ser métodos tradicionales, una alimentación ortomolecular o llegar a la dieta del Doctor Atkins.
Frecuentaba las secciones de cualquier librería que exhibiera en sus estantes libros de dietas, alimentación o agricultura ecológica, llegando incluso a pasar más de seis horas en una biblioteca devorando libro tras libro sobre esta temática.
La anorexia ya se manifestó, y éste es el tercer punto de inflexión que provocó un deterioro brutal en cuerpo y mente.
Ya entraba en el periodo donde mi única prioridad consistía en unos ansiados dígitos.
La báscula se convirtió en una compañera habitual, todos los días me pesaba con el único deseo de vislumbrar y alcanzar el ansiado número 40.
A estas alturas sólo tomaba agua y uno de esos productos que vendían como milagroso y que contenía supuestamente 102 nutrientes en una sola cucharada en polvo.
Ésta época se prolongó más de tres meses y llegué a perder 19 kilos, pasando de 69kg a 50kg, rozando la talla 34 con una altura de 183cm.
Me deshacía de los alimentos, hacía deporte compulsivamente con jornadas agotadoras, claro está que con grandes dificultades debido a la debilidad física y al desequilibrio del sistema nervioso, que se hallaba al límite de sus posibilidades.
Esta cadena interminable continuó hasta que mi entorno puso los medios adecuados, para detener y propiciar mi curación, dado que la situación era insostenible.
A modo de reflexión, habría que destacar la cantidad de fuentes subyacentes que derivan de un problema, que suelen esconder una realidad interna mas compleja de lo que aparenta.
Esa apariencia es lo que se ve en la vitrina, lo que usamos como un escudo blindado, nuestro escaparate social.
A muchos les intrigaba de que modo había llegado a esa situación extrema, y la única explicación que hallo es simple y llanamente que las personas controlamos mejor las adicciones desde la metafísica del dolor que desde la alegría, sentimos pánico por la escalera de la felicidad.
Hoy puedo decir que estoy curado pero con matices, quedan secuelas que tienes que llevar contigo debido al auto castigo al cual he sometido a mi resistente cuerpo.
Tenemos capacidad para superar los obstáculos y desde luego una energía interna que sólo uno decide si quiere proyectarla hacia un campo positivo o cargar disparando contra tu voluntad oponiendo el principio de vida, que para mi humilde entendimiento, es vivir con sencillez y sin enredos mentales.
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